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La Carga de Balaklava

Acusado de

Acusado de

Julian Assange lamentará durante mucho tiempo haber aceptado la invitación de una mujer para dar una conferencia en Suecia el miércoles 11 de agosto. A. (la inicial de su nombre de pila) estaba encargada de organizar un seminario sobre libertad de expresión en nombre de Hermandad, una corriente cristiana de los socialdemócratas suecos.

Otra mujer más joven leyó la convocatoria y decidió asistir a la cita del sábado día 14. S. había visto por televisión una entrevista de Assange y había quedado fascinada con su mensaje. Llamó a los organizadores y se ofreció a colaborar en lo que fuera necesario.

Nueve días después, las dos mujeres entraron en una comisaría de Estocolmo para denunciar haber sufrido abusos sexuales de esa persona a la que tanto admiraban. ¿Qué había pasado durante poco más de una semana? ¿Por qué después de sufrir el presunto ataque ambas mujeres no acudieron a denunciarlo y estaban dispuestas a mantener el contacto con el agresor?

La conducta de la Fiscalía sueca ha sido duramente criticada por Wikileaks desde entonces. La de las dos mujeres es también extraña y plantea dudas sobre si hay pruebas suficientes para defender en un tribunal la acusación de violación y abusos sexuales.

A. alojó en su casa a Assange durante los días que pasó en la capital sueca. Se conocieron el día antes de la conferencia. “Hablamos un rato y decidimos que se podía quedar a pasar la noche”, dijo a la Policía en su declaración.

Esa misma noche mantuvieron relaciones sexuales, consentidas, según Assange. Hubo una discusión sobre el uso del preservativo, que se rompió. Ella creía que Assange lo había roto a propósito.

Al día siguiente, asistió a la charla del fundador de Wikileaks, pero eso no es lo más sorprendente. Por la noche, organizó en su propia casa una fiesta en la que estaba su presunto agresor. La gente que colabora con Wikileaks afirma que ella envió un mensaje a su Twitter, que luego fue borrado: “Sentada fuera, un frío terrible, con la gente más enrollada del mundo. Estupendo”.

A. aún no parecía enfadada con Julian Assange. Para eso, había que esperar a la intervención de la segunda mujer. S. había asistido en primera línea a la conferencia de Assange y entablado contacto con él. Los que asistieron vieron que tenía muchas ganas de conocerlo. Comieron juntos y con otras personas, y quedaron en verse.

Lo hicieron el lunes siguiente. Aparentemente, Assange no desperdiciaba la ocasión de dormir con mujeres atraídas por él. Aunque Assange dedicó más atención al ordenador que a S. –“la pasión y atracción parecía haber desaparecido” dijo ella después–, por la noche tuvieron relaciones sexuales. Él usó preservativo, pero no a la mañana siguiente cuando lo hicieron otra vez. Ella dice que Assange le sorprendió mientras dormía.

Fue el momento de la segunda presunta agresión. ¿Qué hizo S.? Se fue con Assange a desayunar fuera de la casa. Al despedirse, S. preguntó si volvería a llamarla. Assange dijó que sí, pero no lo hizo.

S. se puso en contacto con A. –habían hablado durante la conferencia– y, como explicó después a la Policía, temía el contagio de una enfermedad sexual.

A., lógicamente furiosa al saber que Assange se había acostado con otra mujer, le convenció para que fueran juntas a comisaría el viernes 20.

“En ambos casos, el sexo fue consentido al principio, pero luego terminó convirtiéndose en abuso”, dijo A. a un periodista. Lo hizo porque ellas o la Policía habían filtrado la denuncia sólo un día después al periódico sensacionalista Expressen.

La identidad de A. y S. no ha aparecido en la prensa sueca, como es normal en un caso de violación. No así en múltiples artículos en webs y blogs suecos. Gracias a ellos, se encontró en el blog de A. un artículo de enero titulado ’Siete pasos para la venganza legal’, una serie de consejos para mujeres que han sido engañadas en sus relaciones con los hombres.

Si bien el primero dice “es mejor perdonar que vengarse” y el tercero advierte de que debe haber proporcionalidad en la respuesta, el último es más directo: “Recuerda cuál son tus objetivos mientras estás en ello (la venganza) y asegúrate de que la víctima sufre tanto como sufriste tú”.

La singular lista no desautoriza el testimonio de A. ante la Policía, pero plantea dudas. Como también la identidad del abogado de las mujeres, Claes Borgström. Es portavoz del Partido Socialdemócrata en asuntos de igualdad, de los que también se ocupó entre 2000 y 2007 en un cargo en la Administración.

Los voluntarios de Wikileaks en Suecia denuncian que Borgström, con buenos contactos en la Fiscalía sueca por su militancia política, intenta endurecer las leyes del país ampliando el concepto de violación, y que está utilizando el caso de Assange con este propósito.

La fiscal Maria Kjellstrand decidió al poco de recibir la denuncia que no había indicios de delito. Molesto, Borgström llevó el caso a otra fiscal y en septiembre el caso se reabrió sin más pruebas que las iniciales. Assange prestó declaración en una ocasión.

Tres meses y medio después de los hechos, la Fiscalía aún no ha procesado formalmente a Assange.
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Los datos de la declaración de las dos mujeres han aparecido en la prensa sueca y en otros periódicos extranjeros en los últimos meses. El Daily Mail hizo un resumen en agosto y hoy ha publicado otro artículo. El Mail es una fuente horrible en muchas informaciones, pero en este caso concuerda bastante con lo que he leído en otras fuentes sobre las declaraciones de las denunciantes y las respuestas de los voluntarios de Wikileaks en Suecia.

El decálogo está en varios blogs, pero no puedo enlazarlos porque en todos, al menos los que he visto, aparece el nombre completo de A., y en algunos hasta su foto.

En todo lo que he leído, no hay ningún rastro de una conspiración internacional. Si la CIA hubiera intervenido, es probable que todo habría terminado con Assange denunciando a las dos mujeres por violación o algún desenlace más surrealista. En algunos de esos blogs o foros suecos en inglés, he visto referencias a relaciones con la CIA, sólo porque A. ha visitado Cuba y, dicen, conoció a las Damas de Blanco. Obviamente, no es un indicio de peso.

Pero la actuación de la Fiscalía sueca es francamente sospechosa, como también lo son las conexiones políticas de Borgström. Con las circunstancias conocidas del caso, creo que ningún fiscal llevaría el caso a juicio porque no podría ganarlo. Al menos, eso es lo que pensó la primera fiscal que leyó las declaraciones de las denunciantes.

La Fiscalía ha mantenido vivo el caso de forma artificial sin atreverse a procesar a Assange, como podría haber hecho cuando el editor de Wikipedia Wikileaks prestó declaración en Suecia. Assange hace bien en negarse ahora a la extradición. Con el comportamiento hasta ahora de la Fiscalía, no puede descartar que, tras una nueva declaración, se levante la acusación por falta de pruebas y Suecia esté dispuesta a escuchar una petición de extradición de EEUU.

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