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La Carga de Balaklava

Sectario en picado.De Gran Wyomig a Pequeño Monzón.

Sectario en picado.De Gran Wyomig a Pequeño Monzón.

febrero de 2009

De gran Wyoming a pequeño Monzón (provincia de Huesca)



Ex estimado Wyoming, también conocido como José Miguel Monzón, hubo un tiempo en que hacías gracia. A mí por lo menos. Tenías morro, inteligencia, labia, imaginación y talento. Y, sobre todo, ibas por libre. Eso era importante, porque la personalidad y los principios no se deben poner en venta. También fuiste siempre bastante vanidoso, arrogante, engreído (probablemente te creyeras más Gran de lo que en realidad eras), pero se te perdonaba porque hacías gracia. Yo te recuerdo cantando en Honky, junto a tu inseparable Reverendo, versiones de grandes clásicos del rock (y de Toto, especialmente) y alguna que otra extravagancia propia (aquélla que decía “tengo envidia de ti porque me tienes a mí”). Estaba bien, simplemente. Hacía gracia. Y ayudaba a pasar el rato, entre cerveza y cerveza. Siempre creí que estabas bastante sobrevalorado (un genio, decían unos; el tío más inteligente de España, afirmaban otros; un cachondo renacentista, desbarraban algunos), como cantante, como showman, como humorista e incluso como fustigador del poder. El hecho de hablar rápido no te hace más inteligente; más inteligente te hace el hecho de pensar y decir cosas inteligentes, hablando rápido o despacito (¿te suena Umbral?).
Pero bueno, como hacías gracia, te seguí los pasos de vez en cuando. Oí que andabas en programas infumables que pasaban por geniales (“La noche se mueve”, “El peor programa de la semana”), en películas mediocres que pasaban por geniales (“Muertos de risa”, “Isi-Disi”, Vivancos 3"), en libros triviales que pasaban por geniales (“Un vago, dos vagos, tres vagos”), en guiones ínfimos que pasaban por geniales (“Historias de la puta mili”) y demás genialidades nacidas de tus geniales habilidades renacentistas como actor, escritor, cantante, presentador, humorista y showman en general. Poco a poco fuiste perdiendo la gracia. Y el ‘Gran’ de tu Wyoming iba encogiendo día a día, programa a programa, película a película.

Aunque no crees en Él, Dios te vino a ver un día allá por el 96 y caíste en gracia en aquél primer Caiga Quien Caiga, bien apoyado en el humor surrealista de Pablo Carbonell y en un genial equipo de guionistas. Tu mérito, hablar rápido y poner caras. Pero el programa estaba bien, hacía gracia. Entretenía. Y tocaba las narices, con cierto estilo e ironía, a unos y otros. Luego la cosa se torció y empezó a tocar las narices sólo a unos, sin estilo y sin gracia. Y claro, perdió credibilidad. Y audiencia (¡la santa audiencia!). Y, al final, la estrella CQC se apagó y se desvaneció. Y tú con ella. El genio fugaz.

Llegaron malos tiempos para los genios sin trabajo. Y había que comer. Y para comer bien había que botar a Aznar. Y votar a Z. Y nació el “hay motivo” y el “no a la guerra” (sólo la de Irak) y el “nunca mais” y el “cordón sanitario” y el “golpe de estado” y la P.A.Z. (Plataforma de Apoyo a Zapatero) y “el clan de la ceja”… y la cosa empezó a mejorar. Nada como venderse al poder. Lo de reírse de los poderosos quedó para el pasado; lo de enfrentarse a la autoridad constituida se perdió en la memoria; lo de luchar por la libertad personal e intransferible se sumió en el olvido. Y llegó la recompensa: resucitar. ¡El genio ha vuelto! Un programa a la medida de su genialidad, de su ego, de sus ideas y principios, de sus valores, de su público. Y un nuevo amo. El amargado Roures («Para amargarnos tenemos el matrimonio, los hijos adolescentes y al Opus Dei»). El troskista millonario («Yo no trabajo, yo milito… hago dinero para servir a mis ideas»). El progre tolerante (no soporto a la «derecha reaccionaria» y esa cultura política «marcada por la intolerancia, la falta de diálogo y respeto hacia el otro»). Roures, el periodista deportivo que mutó en especulador deportivo y luego en comunicador compulsivo (tele, prensa, cine… todo vale para vender el ideario); Roures, el fustigador de la Iglesia, el liberador de las mentes enquistadas en la caverna, el triunfador de los Goya (¿alguien dudaba del éxito de la tramposa y previamente fracasada ‘Camino’?); Roures, el colega de Z, el enemigo de PRISA, la punta de lanza del progresismo retroalimentado («la actual debilidad del capitalismo otorga actualidad a Marx»). Roures, el nuevo amo. Wyoming, el siervo fiel.

Ahora, tu genio vuelve a tener su sitio en la parrilla. Un poco chamuscado por la falta de audiencia, es cierto. Pero está a la altura de tu intelecto. Rodeado de mujeres serviciales, como no podía ser de otra manera, con esa imagen de genio triunfador que gastas. Y esos geniales guiones que te escriben los guionistas y que tú lees con genial profesionalidad y ensayada mueca. Y esa ironía certera, ametrallada con la rapidez genial de tu labia inteligente y mordaz. Y esa locuaz ceja en permanente erección, rendido homenaje al amo de tu amo.
Y el amo pide (ordena): «Miguelito, tenemos problemas de audiencia, así que hay que atacar a la cadena ultracatólica. Invéntate algo. Y si no se te ocurre, se lo ordenas a los guionistas. Y si no aciertan, le preguntas al Follonero. ¡Ale, a cumplir con la militancia! Y como falles, ¡a la cola del paro, con los otros cuatro millones» «¡Sus órdenes, camarada Roures!». Y claro, orden cumplida. Da igual la humillación, el engaño, la bromita o la lección. Me resbala la bronca de la Asociación de Prensa y demás periodistas de profesión. Me importan un carajo los becarios ofendidos, y mucho menos el espectador menospreciado. Ha sido muy gracioso. Y muy efectivo. Me he partido de risa, he tenido a media España en vilo, he jodido bien jodidos a los fachas ultracatólicos y he complacido al amo. Me he ganado una palmadita en la espalda. Y mañana más. Si es que soy un genio. ¡Y más listo…!

Sí Gran Wyoming. He seguido tu decadencia. Pero eres feliz. Y haces feliz a tu amo. Y a tu rendida y reducida audiencia. Y eso es lo que importa ¿no? Pues ale, tú mismo. Pero recuerda, algún día te mirarás al espejo y te darás cuenta de que ya no haces gracia. Y de que ya no eres genial, que nunca lo has sido. Y de que ya no eres libre. Ni ‘Gran’. Ni siquiera Wyoming (U.S.A.). Que te has quedado en Monzón (Huesca). Un pequeño pueblecito muy cercano a las raíces de tus antepasados, aquella familia de derechas de toda la vida que fue asesinada (salvo tu padre) por los rojos en la guerra civil. Ésos a los que ahora sirves. ¿No es genial? ¿No es gracioso? ¡Pues riamos a gusto!

Y un consejo, no olvides el cuento del eco: al final, la vida te devuelve exactamente lo que tú le has dado.


PD. Por cierto, Pequeño Monzón, si los guionistas ocultan eficazmente tu decadencia intelectual, los maquilladores ocultan con igual eficacia tu decadencia física. Sí, amigo. Hace justo un año te vi en Formigal (¿los progres esquían?) sin maquillaje, al natural, y lo juro, creí que eras tu padre. Fue tu voz inconfundible la que me sacó del error. Cuídate. Y cuida tu voz, creo que es lo único tuyo que te queda. ¿O es también la voz de tu amo?
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